11 de julio de 2011

Ni inocentes ni culpables, corazones que destroza el temporal, carnes de cañón. No soy yo ni tú ni nadie, son los dedos miserables que le dan cuerda a mi reloj. Y no hay lágrimas que valgan para volver, a meternos en el coche donde aquella noche en pleno carnaval te empecé a desnudar. El agua apaga el fuego y al ardor, los años. Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño. Y cada vez peor y cada vez más rotos, y cada vez más tú, y cada vez más yo sin rastros de nosotros.

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